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El único dolor agradable es el que produce la actividad física intensa.

lunes, 28 de enero de 2013

EL USO DEL CASCO EN LOS DEPORTES ¿ESTAMOS PERDIENDO LA CABEZA?

Cuando comencé a practicar muchos de los deportes en los que me inicié, el uso del casco protector no era habitual, incluso en el motociclismo. Eso no quiere decir ni mucho menos que fuera lo correcto, pero mucho más allá de la normativa, lo que no era normal era no usarlo, precisamente por eso, por tener una mala cabeza.

La evolución humana y el raciocinio consigue con el paso del tiempo que se vaya tomando conciencia de la importancia y aspecto vital que cobra el proteger la parte más vulnerable de nuestro cuerpo. Dos de mis huesos acabaron rotos durante la práctica deportiva y afortunadamente ninguno de ellos fue del cráneo. En dos ocasiones mis cascos quedaron inservibles tras golpear contra el duro suelo, en otra incluso llevándolo colocado una de mis cejas acabó con varios puntos de sutura y alguna piedra del tamaño de un puño ha impactado en medio de mi cabeza debidamente protegida mientras escalaba una montaña, con esto cabe deducir que muy probablemente de no haberlos llevado ahora no estaría escribiendo estas líneas.

Hoy día los cascos que se fabrican para la práctica deportiva son tan livianos, cómodos y pequeños que la escusa de su incomodidad, tamaño o peso no son argumentos serios que justifiquen el no usarlos. Resulta paradójico que precisamente aquellos que son más voluminosos, incómodos y en los que la sensación de libertad se ve bastante más mermada, sean los que, aún no siendo obligatorio su uso, se hayan popularizado de una forma asombrosa, cuando además precisamente las posibilidades de lesión son menores por la menor dureza del suelo en el medio que nos moveremos, me estoy refiriendo al esquí.


Todo esto viene un poco a cuento de la relación que el ciclismo en general a lo largo de los tiempos ha tenido con este elemento de seguridad personal y que últimamente está cobrando protagonismo nuevamente. Primeramente fueron los profesionales de la carretera los que mantuvieron un pulso estúpido con las autoridades deportivas en contra de su uso, argumentando motivos que hacían escapar una sonrisa cuando uno los escuchaba. Luego los ciclistas urbanos son los que se rasgan las vestiduras, defendiendo que la obligatoriedad de su uso haría descender dramáticamente el uso de la bicicleta en la ciudad. Ahora por lo visto le toca el turno a algunos colectivos cicloturistas, queriendo hacer creer que si en un determinado lugar la normativa obliga a su uso, el cicloturista preferirá viajar a otro sitio. Bien es verdad que escalando un largo puerto por una pista de montaña donde apenas podremos encontrarnos algún vehículo a baja velocidad y nosotros igualmente subiremos muy lentos, la posibilidad de hacernos daño en la cabeza es mínima, y también yo me lo he quitado en varias de esas situaciones. Pero de eso a querer hacer ver lo otro, hay un abismo.

Está visto que la bicicleta y el casco no son buenos amigos. ¿Cuando van a comprender todos los ciclistas que el uso del casco es bueno para ellos? Que cada uno saque sus conclusiones.




Si se quiere se puede.